En el Banquete, Platón presenta el amor a la sabiduría
como la forma más elevada de amor, y a la filosofía como un producto de nuestros
impulsos sexuales, que nos llevan a desear la sabiduría por encima del sexo. Es
decir, nosotros no buscamos la sabiduría reprimiendo primero nuestros deseos
sexuales y demás distracciones, sino más bien dándoles un enfoque diferente a
ese deseo, y entrenándolos para alcanzar un propósito más importante. Platón
presenta su diálogo en medio de un banquete (Hay que recordar que los banquetes
fueron uno de los aspectos más importantes para la vida social ateniense de la
época), y utiliza una discusión sobre el amor para recordarnos que la filosofía
no está alejada de los ámbitos más cotidianos de la vida, sino todo lo
contrario: La filosofía es la expresión más alta de los amores y deseos que nos
motivan en las actividades cotidianas. Si pudiéramos ver las cosas con
claridad, como Platón sugiere, veríamos que nuestra atracción por la gente
hermosa, o por la buena música, o por las películas, sólo reflejan una
atracción por la belleza misma; y es la filosofía es la vía más rápida para
obtener aquello que deseamos.
Diotima describe el amor como la búsqueda de la belleza,
en un ascenso gradual desde lo particular hasta lo general, culminando en una
entendimiento de la forma misma de belleza. Incluso el alma más ignorante es
atraida en un nivel u otro a la belleza. Pero sugiere que, lo que la mayoría de
nosotros no se da cuenta, es que, por ejemplo, lo que nos atrae de una persona
hermosa, no es la persona como tal, sino aquello que tiene que se parece a la
idea de la belleza en sí. En otras palabras, no nos atrae la persona como tal,
sino la belleza que encontramos en esa persona.
Y si nuestro amor es lo suficientemente grande, no vamos a
estar satisfechos con encontrar personas hermosas, sino que buscaremos la
belleza también en otros lados, hasta que logremos encontrar la belleza en
estado perfecto, la belleza por sí misma. Una vez que hayamos logrado
comprender esta forma perfecta de belleza, habremos captado la verdad
fundamental: La realidad que experimentamos es sólo un reflejo del mundo
eterno, ideal e inmutable de las formas. Siendo así, la mejor forma de alcanzar
la comprensión de las formas es mediante el amor a la belleza.
La estructura del diálogo refleja la misma progresión que
describe Diotima para alcanzar la idea de belleza, refinando y alcanzando cada
vez más una buena generalización de las formas. Con cada discurso, el diálogo
nos lleva un paso más cerca de comprender la verdadera naturaleza del amor.
Fedro, nos da una definición muy simple del amor. Pausanias distingue entre las
formas del amor bueno, y las formas de amor malo. Erixímaco amplía la
definición para lograr dar a entender que el amor también se puede aplicar a
otros campos. Aristófanes nos ofrece un relato ahora clásico de la necesidad de
amar (de este relato surgió la frase "media naranja" para referirse a
la persona complementaria), mientras que Agatón intenta utilizar el arte de la
retórica para entender el amor. Sólo al conocer en primera instancia los pros y
contras de estos discursos, podemos apreciar la importancia del discurso de Sócrates.
También hay que señalar que Erixímaco, Aristófanes y Agatón son representantes
de la medicina, la comedia y la tragedia, respectivamente. Los tres son
indispensables para una vida sana y equilibrada. Al triunfar el discurso de
Sócrates sobre estos tres, Platón da a entender que la filosofía es el elemento
más importante para nuestro bienestar que cualquiera de estas otras
disciplinas.
El texto original en griego, contiene una serie de juegos
de palabras intraducibles que mejoran nuestra comprensión de la relación entre
el amor, el deseo y la filosofía. Como se dijo en esta entrada, la palabra
griega "eros", traducida como "amor" también puede ser
entendida en un sentido erótico, por lo que en griego se puede utilizar para
referirse al deseo sexual. El deseo de sabiduría es un refinamiento más que una
negación de nuestro deseo sexual.
Para terminar, hay que recordar que aunque en el Banquete
se refieren muchas veces a relaciones entre hombres mayores y hombres jóvenes,
sería una mala interpretación el creer que sólo a éstos se les podría atribuír
las características del amor que narra el diálogo. Las categorías para
clasificar las preferencias sexuales de una persona son etiquetas
contemporáneas que no pueden ser aplicadas de la misma forma a las circunstancias
en las que se narra el Banquete. La mayor parte de la sociedad griega de la
época no tenía en cuenta las preferencias sexuales como rasgos fundamentales en
la personalidad de una persona. Por lo general, los hombres griegos se casaban
con mujeres y tenían hijos (Sócrates, por ejemplo), otros se quedaban solos (Te
estoy viendo a ti, Platón). Pero la sociedad griega se enfocaba más a las
actividades con las que podían mostrar virtud y gloria, como el atletismo, la
guerra o la política; aunque estas actividades eran principalmente para
hombres, por lo que dos hombres podían compartir la gloria y la virtud que una
mujer no podía. En consecuencia , las relaciones entre hombres eran a menudo,
románticas; mientras que las relaciones entre hombres y mujeres eran vistas
como púramente prácticas, por lo que se podía tener hijos y formar una familia.
Ambos tipos de relación eran normales en la época.