El Banquete (o simposio) es un diálogo escrito por Platón. Narra lo acontecido en un banquete al que asistió Sócrates. Más o menos lo equivalente a lo que ahora sería una farra, fiesta, jarana, jolgorio, juerga, o parranda. Y al igual que actualmente, las situaciones acontecidas en la reunión fueron pasando de boca en boca: Aristodemo, que estuvo presente después de encontrarse a Sócrates cuando éste iba de camino al banquete, decidió acompañarlo. Gracias a que Aristodemo se metió de colado, pudo presenciar la discusión acontecida dentro del banquete, y después comunicársela a Apolodoro, que a su vez se la cuenta a un amigo, y esto es lo que describe Platón.
Platón utiliza para escribir la forma de diálogo; más que
como recurso literario, es una forma de expresión que Platón entiende como el
propósito y naturaleza de la filosofía. Para él, la filosofía es un proceso de
constante cuestionamiento, y el cuestionar toma necesariamente la forma de
diálogo. Sócrates, en el Fedro (Otro diálogo platónico), expresa su
preocupación en cuanto a los textos filosóficos, pues temía que las personas
simplemente asimilaran o aprendieran lo dicho en esos textos sin que ellos lo
pensaran por sí mismos. Así, Platón encontró la forma de poder escribir sus
propios pensamientos y a la vez hacer pensar a aquel que los lea. Hay diálogos
que no llegan a una conclusión; o algunos creen llegar, pero declarando dudas o
permitiendo posibles contraargumentos futuros. Y es que Platón no puede estar
en persona para compartirnos lo que piensa, por lo que quiso asegurarse de que
nosotros pensáramos a través de sus diálogos.
Apolodoro le cuenta a un amigo una historia que escuchó de
Aristodemo acerca de un banquete que se celebró en honor a Agatón. Aparte de
Agatón y Aristodemo, en el evento también se encontraba Pausanias, amante de
Agatón; el médico Erixímaco, el gran poeta Aristófanes, y el joven Fedro, entre
otros. Sócrates llega tarde, pues había estado ensimismado en sus pensamientos.
Después de comer, Erixímaco propone que los invitados den discursos en honor al
dios del amor, a lo cual los demás acceden.
El primero en hablar es Fedro. Alaba al amor como el más
antiguo de los dioses, describiéndolo como aquél que promueve más la virtud en
las personas. Después habla Pausanias, quien distingue los deseos básicos que
intervienen en el amor del cuerpo, distinguiéndolo de la pureza del amor del
alma. El tercero en hablar es Erixímaco, quien sostiene que el amor promueve
orden y moderación, no sólo en las personas, sino también en todas las cosas.
Por lo tanto, el amor puede existir también en ámbitos médicos o musicales.
Después habla Aristófanes, quien presenta su concepto de
amor en forma de mito. Narra que alguna vez los humamos tuvimos cuatro piernas,
cuatro brazos, dos cabezas y así sucesivamente. Algunos eran hombres, y tenían
dobles órganos sexuales. Algunos eran femeninos, y algunos eran hermafroditas,
con órganos sexuales tanto masculinos como femeninos. Según narra, los humanos
éramos tan perfectos que los dioses estaban celosos y con miedo a que los
derrocaran; por lo que Zeus decidió partir a todos los humanos por la mitad
para reducir su poder. A partir de entonces somos realmente mitades, por lo
cual vamos por el mundo buscando nuestra otra mitad, y cuando creemos
encontrarla, nos aferramos a ella. Y esto, dice Aristófanes, es lo que llamamos
amor.
El siguiente en hablar es Agatón. Él da un elaborado
discurso sobre el amor, en el cual lo describe como bello, joven, sabio y
sensible. Así, todas las virtudes que poseemos las recibimos de éste dios. Ahí
Sócrates cuestiona el discurso de Agatón, dando a entender que aquello que
Agatón describe como el objeto del amor, realmente no es el amor mismo.
Sócrates lo corrige explicando que alguna vez creyó lo
mismo, hasta que conoció a Diótima de Mantinea, una sabia mujer que le enseñó
todo lo que sabía sobre el amor. Según Diótima, el amor no es un dios ni un
mortal, sino un intermedio, nacido de un encuentro entre la Circunstancia y la
Necesidad. El amor mismo no es sabio o hermoso y no tiene ninguno de los otros
atributos que Agatón le adjudica. Más bien, es el deseo de todas estas cosas.
Como tal, el amor quiere crear la belleza, o "dar luz" a ella, por lo
que Diotima relaciona al amor con el embarazo y la reproducción. Algunos tratan
de reproducirse sexualmente, mientras que otros tratan de dar a luz a las ideas,
las hijas de sus mentes. Primero conocemos la belleza viendo y deseando
personas u objetos hermosos, pero nuestro deseo de belleza se hace cada vez más
exigente, hasta el grado de que terminamos amando a la belleza en sí misma, que
es el amor más elevado que existe.
Alcibiades irrumpiendo borracho en el banquete, o lo que ahora equivaldría a "¡Ah, ya llegó el malacopa!" Pintura de Anselm Feuerbach. |
Cuando Sócrates concluye su discurso, Alcibiades irrumpe
completamente borracho. Se queja de que él ha tratado insistentemente de
seducir a Sócrates con el fin de recoger su sabiduría, pero que Sócrates se
resiste a cualquier tipo de insinuaciones sexuales. Poco después, más personas
llegan y la fiesta se hunde en el caos de la ebriedad. Cuando Aristodemo se
despierta a la mañana siguiente, ve a sobrio Sócrates, discutiendo aún con
Agatón y Aristófanes. Eventualmente, Agatón y Aristófanes se duermen, por lo
que Sócrates se retira del lugar para empezar todas sus actividades diarias.
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