domingo, 17 de noviembre de 2013

El Banquete, o cómo saber si existe tu media naranja (Parte I)


El Banquete (o simposio) es un diálogo escrito por Platón. Narra lo acontecido en un banquete al que asistió Sócrates. Más o menos  lo equivalente a lo que ahora sería una farra, fiesta, jarana, jolgorio, juerga, o parranda. Y al igual que actualmente, las situaciones acontecidas en la reunión fueron pasando de boca en boca: Aristodemo, que estuvo presente después de encontrarse a Sócrates cuando éste iba de camino al banquete, decidió acompañarlo. Gracias a que Aristodemo se metió de colado, pudo presenciar la discusión acontecida dentro del banquete, y después comunicársela a Apolodoro, que a su vez se la cuenta a un amigo, y esto es lo que describe Platón.

Platón utiliza para escribir la forma de diálogo; más que como recurso literario, es una forma de expresión que Platón entiende como el propósito y naturaleza de la filosofía. Para él, la filosofía es un proceso de constante cuestionamiento, y el cuestionar toma necesariamente la forma de diálogo. Sócrates, en el Fedro (Otro diálogo platónico), expresa su preocupación en cuanto a los textos filosóficos, pues temía que las personas simplemente asimilaran o aprendieran lo dicho en esos textos sin que ellos lo pensaran por sí mismos. Así, Platón encontró la forma de poder escribir sus propios pensamientos y a la vez hacer pensar a aquel que los lea. Hay diálogos que no llegan a una conclusión; o algunos creen llegar, pero declarando dudas o permitiendo posibles contraargumentos futuros. Y es que Platón no puede estar en persona para compartirnos lo que piensa, por lo que quiso asegurarse de que nosotros pensáramos a través de sus diálogos.

Apolodoro le cuenta a un amigo una historia que escuchó de Aristodemo acerca de un banquete que se celebró en honor a Agatón. Aparte de Agatón y Aristodemo, en el evento también se encontraba Pausanias, amante de Agatón; el médico Erixímaco, el gran poeta Aristófanes, y el joven Fedro, entre otros. Sócrates llega tarde, pues había estado ensimismado en sus pensamientos. Después de comer, Erixímaco propone que los invitados den discursos en honor al dios del amor, a lo cual los demás acceden.

El primero en hablar es Fedro. Alaba al amor como el más antiguo de los dioses, describiéndolo como aquél que promueve más la virtud en las personas. Después habla Pausanias, quien distingue los deseos básicos que intervienen en el amor del cuerpo, distinguiéndolo de la pureza del amor del alma. El tercero en hablar es Erixímaco, quien sostiene que el amor promueve orden y moderación, no sólo en las personas, sino también en todas las cosas. Por lo tanto, el amor puede existir también en ámbitos médicos o musicales.

Después habla Aristófanes, quien presenta su concepto de amor en forma de mito. Narra que alguna vez los humamos tuvimos cuatro piernas, cuatro brazos, dos cabezas y así sucesivamente. Algunos eran hombres, y tenían dobles órganos sexuales. Algunos eran femeninos, y algunos eran hermafroditas, con órganos sexuales tanto masculinos como femeninos. Según narra, los humanos éramos tan perfectos que los dioses estaban celosos y con miedo a que los derrocaran; por lo que Zeus decidió partir a todos los humanos por la mitad para reducir su poder. A partir de entonces somos realmente mitades, por lo cual vamos por el mundo buscando nuestra otra mitad, y cuando creemos encontrarla, nos aferramos a ella. Y esto, dice Aristófanes, es lo que llamamos amor.



El siguiente en hablar es Agatón. Él da un elaborado discurso sobre el amor, en el cual lo describe como bello, joven, sabio y sensible. Así, todas las virtudes que poseemos las recibimos de éste dios. Ahí Sócrates cuestiona el discurso de Agatón, dando a entender que aquello que Agatón describe como el objeto del amor, realmente no es el amor mismo.

Sócrates lo corrige explicando que alguna vez creyó lo mismo, hasta que conoció a Diótima de Mantinea, una sabia mujer que le enseñó todo lo que sabía sobre el amor. Según Diótima, el amor no es un dios ni un mortal, sino un intermedio, nacido de un encuentro entre la Circunstancia y la Necesidad. El amor mismo no es sabio o hermoso y no tiene ninguno de los otros atributos que Agatón le adjudica. Más bien, es el deseo de todas estas cosas. Como tal, el amor quiere crear la belleza, o "dar luz" a ella, por lo que Diotima relaciona al amor con el embarazo y la reproducción. Algunos tratan de reproducirse sexualmente, mientras que otros tratan de dar a luz a las ideas, las hijas de sus mentes. Primero conocemos la belleza viendo y deseando personas u objetos hermosos, pero nuestro deseo de belleza se hace cada vez más exigente, hasta el grado de que terminamos amando a la belleza en sí misma, que es el amor más elevado que existe.

Alcibiades irrumpiendo borracho en el banquete, o lo que ahora equivaldría a "¡Ah, ya llegó el malacopa!"
Pintura de Anselm Feuerbach.

Cuando Sócrates concluye su discurso, Alcibiades irrumpe completamente borracho. Se queja de que él ha tratado insistentemente de seducir a Sócrates con el fin de recoger su sabiduría, pero que Sócrates se resiste a cualquier tipo de insinuaciones sexuales. Poco después, más personas llegan y la fiesta se hunde en el caos de la ebriedad. Cuando Aristodemo se despierta a la mañana siguiente, ve a sobrio Sócrates, discutiendo aún con Agatón y Aristófanes. Eventualmente, Agatón y Aristófanes se duermen, por lo que Sócrates se retira del lugar para empezar todas sus actividades diarias.

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